Los grandes descubrimientos de la época victoriana que cambiaron el mundo
Durante la época victoriana, la segunda Revolución Industrial estaba en pleno apogeo. Esta etapa de la historia es sin duda una de la más prolífica en descubrimientos, invenciones y nuevos procedimientos científicos y técnicos. Algunos de los inventos más importantes de la historia del hombre se produjeron en esta época.
El acero
En 1856, Henry Bessemer desarrolla un nuevo proceso siderúrgico para la fabricación del acero. Esta técnica se convertiría en la más importante del siglo XIX, utilizándose durante casi cien años (desde 1856 hasta 1950).
Este nuevo tipo de acero, más sólido y resistente, pronto se convertiría en un elemento fundamental de la construcción, sobre todo a nivel de infraestructuras, siendo la red de ferrocarril la más importante de ellas.
En este tiempo también se comenzó a trabajar con otras aleaciones como el aluminio (1886), el níquel (1860), el manganeso y el cromo (1900).

Los primeros tintes artificiales
Antes de esta Segunda Revolución Industrial, sobre 1771, Woulfe descubre el primer colorante artificial: el ácido pícrico. Este colorante se obtenía mediante la preparación de índigo hervido en ácido nítrico, obteniendo una solución de color amarillo. No fue hasta 1850 donde empezó a usarse como tinte para la seda y la lana.
El impulso definitivo llegó con la creación de los colorantes artificiales derivados del alquitrán como el benzol y la hulla.
En 1853 aparece la muréxida, de color rojo, creada por Schlumberger, obtenida a partir del calentamiento del ácido úrico y que funcionaba muy bien sobre lana, seda y algodón.
En 1856, William Henry Perkin descubrió otro tinte sintético casi por casualidad; buscando un tratamiento contra la malaria, el experimento salió mal y, en su lugar, creó un tinte púrpura llamado malveína.

Los explosivos
En esta época se desarrollaron nuevos explosivos con elementos como la nitroglicerina y la nitrocelulosa que sustituirían a la pólvora tradicional. En 1866, Alfred Nobel, padre de los premios que llevan su nombre, patenta la dinamita. Un explosivo con un gran éxito y que revolucionaria la minería y la industria militar. La gran demanda de dinamita durante las guerras europeas que se sucedieron en los siguientes años convirtieron a Alfred Nobel en un hombre muy rico.

El cemento Portland
En 1824, Joseph Aspdin junto a James Parke inventan y patentan el cemento Portland. Un conglomerante hidráulico, mezcla de arena y fibras de acero, que fraguaba y endurecía al contacto con el agua, formando una masa pedregosa resistente y duradera denominada hormigón. El uso del hormigón jugó un papel fundamental en el crecimiento urbano del siglo XIX.
El nombre de Portland, debe su origen al color parecido de este cemento con las rocas que se encuentran en la isla del mismo nombre, en el condado de Dorset. Estas rocas calizas tenían gran fama por su calidad, por lo que se cree que Aspdin tomo el nombre de la isla para su marca, para que ésta fuera asociada a la más alta calidad.

La pasteurización
En 1864, Louis Pasteur consigue demostrar que, hongos como la levadura, eran causantes de la producción de alcohol en el proceso de la fermentación, y por otra parte, que la generación de algunos ácidos que estropeaban el vino o la leche, se debía a la intervención de microorganismos como las bacterias.
Con sus experimentos confirmó que calentando el vino durante un minuto con la botella cerrada, a una temperatura de 69-75°C, se evitaba su descomposición. Nace así el proceso de pasteurización, que se convertiría en la base fundamental de la preparación y conservación de los alimentos.
Al mismo tiempo, demostró que la vida no surgía de manera espontánea, sino que los seres vivos debían provenir necesariamente de otros seres vivos.
Este científico francés es considerado uno de los grandes investigadores mundiales por sus notables investigaciones que, lograron impulsar y desarrollar la microbiología moderna.

La tuberculosis
No. En esta época no se inventó la tuberculosis, pero si se descubrió mucho sobre ella. Conocida en el mundo literario como la capitana de la muerte o el lento asesino de la juventud, hablamos de una de las enfermedades infecciosas más mortales de la historia.
En 1866, el médico francés Jean Antoine Villemin demostró que la tuberculosis es una enfermad infecciosa de transmisión directa entre personas. Un año antes, en marzo de 1865 comenzó sus experimentos inoculando cepas de humanos infectados a conejos de laboratorio. Años más tarde, en 1882, el Dr. Robert Kochse descubre el Mycobacterium tuberculosis, el agente infeccioso que la provocaba.
Los resultados de estas pruebas se publicaron en bajo el título Etudes sur la Tuberculosis (Estudios sobre la Tuberculosis). En este tratado describía la transmisión de la enfermedad de humanos a conejos, de vacas a conejos y de conejos entre sí. Estos estudios tardarían varios años en ser aceptados por la comunidad científica.
Mientras la enfermedad se propagaba, proliferaron los sanatorios para enfermos de tuberculosis. El desarrollo de estas instituciones ayudaría a mejorar el pronóstico de los enfermos y sobre todo a cortar la cadena de transmisión.
En 1895 Wilhelm Röntgen descubre los rayos X, lo que permite diagnosticar y seguir la evolución de la enfermedad y, aunque faltan casi cincuenta años para el hallazgo de un tratamiento farmacológico eficaz, la incidencia y mortalidad comienzan a caer.
La máquina de escribir
Al igual que sucede con otros inventos, los historiadores no acaban de ponerse de acuerdo sobre quién inventó la máquina de escribir, pero muchos señalan a Pellegrino Turri en el año 1808. Turri, mecánico italiano, es considerado uno de los primeros en desarrollar este ingenio.
Durante muchos años, fueron varios los intentos e inventores quienes pujaron para que pudiera ver la luz la primera máquina de escribir de la historia.
Anteriores a Turri, las primeras referencias sobre el origen de la máquina de escribir los encontramos en 1714, cuando el británico Henry Mill presenta su patente inglesa que definía como «un método artificial de transcripción de letras o impresión, de manera progresiva o separada. De este modo cualquier escrito podía reproducirse sobre un pergamino o un papel. Por desgracia, no queda rastro alguno de este artilugio excepto la patente de Henry Mill.
Fueron muchos los intentos por mejorar y desarrollar el invento de Mill, pero no fue hasta 1868 cuando se patenta la primera máquina de escribir que tuvo un éxito masivo. Fue el modelo desarrollado por los americanos Cristóbal N. Sholes y su ayudante Carlos Glidden de Wisconsin.
Sholes era un hombre de gran ingenio. Entre otras cosas, ideó una máquina de contar billetes. El desarrollo de este aparato daría como resultado la máquina de escribir. Cinco años después, en 1873, vendió la patente por 12.000 dólares a la empresa armamentística Remington, que intentaba diversificar sus líneas de negocio.

La bombilla eléctrica
Todos atribuimos a Thomas Alba Edison la invención de la bombilla, pero realmente no fue él su inventor. Edison solo consiguió perfeccionar el invento del británico Joseph W. Swan desarrollado algunos años antes.
Swan buscaba transformar la electricidad en luz haciendo pasar corriente eléctrica a través de un filamento de papel carbonizado que estaba metido dentro de una bombilla, intentando mejorar los resultados de la ya existente lámpara de arco eléctrico inventada en 1811 por Humphrey Davy.
El sistema era sencillo; al pasar la corriente por el filamento, éste se calentaba volviéndose incandescente llegando a iluminar. El problema estaba en la poca duración del filamento que terminaba quemándose. Para evitarlo, Swan intentó hacer el vacío dentro de la bombilla; sin oxígeno para quemar, el filamento debía resistir más tiempo.
Ahí es cuando aparece Edison, mejorando la idea de Swan y consiguiendo lo que no hizo éste; patentarlo y sobretodo, comercializarlo con éxito. De este modo la primera bombilla eléctrica vio la luz el 21 de octubre de 1879, tras muchos años de experimentos y fracasos.
El telégrafo
Sin duda, el telégrafo fue el inventó que revolucionó el mundo de la comunicación en el siglo XIX, permitiendo el intercambio de información a larga distancia de forma inmediata.
Su invención se atribuye a Samuel Finley Beese Morse en 1836, pero fue Joseph Henry en 1829 quien construyó el primer telégrafo. La máquina de Morse solo fue el resultado de múltiples intentos por parte de otros inventores e investigadores como Ampère y Faraday.
Morse, además de darle un gran impulso a su invento, fue creador del código que lleva su nombre. Este código consiste en una combinación de puntos y rayas, donde la duración del punto es una unidad y la de la raya es de tres unidades. Cada letra o número es una combinación predeterminada de puntos y rayas. La transmisión de una unidad significa que durante ese tiempo el manipulador está conectado, cerrando el circuito eléctrico.
El primer coche con motor de combustión
En 1885, Gottlieb Daimler y Karl Benz construyeron un primer vehículo movido por gasolina.
Con ellos comienza la era de los vehículos con motor de combustión interna, relegando a un segundo plazo a los motores de vapor y de gas. Este nuevo motor llevó a la industria del automóvil un paso más allá en la comercialización y venta de automóviles completos.
Daimler y Benz, pese a trabajar por separado, habían obtenido los mismos resultados casi a la vez. Por ello, históricamente, los nombres de ambos alemanes se han recordado conjuntamente. Esta unión, en principio colaborativa, acabo convirtiéndose en una única industria, cuando ambas empresas se fusionaron bajo el nombre de Daimler-Benz AG.
Años después, en 1895, la marca francesa Peugeot consigue hacer circular el primer vehículo sobre ruedas de caucho, un material que en 1839 Goodyear había logrado vulcanizar por primera vez.

El descubrimiento de los rayos X
El 8 de noviembre de 1895, Wilhelm Conrad Röntgen, físico alemán, realizó un descubrimiento que cambiaría la medicina y la ciencia para siempre: los rayos X. Mientras experimentaba con tubos de vacío y electricidad, Röntgen notó una emisión de radiación invisible que tenía la capacidad de atravesar materiales como papel y madera, proyectando sombras de objetos sólidos en una pantalla fluorescente.
El primer uso de los rayos X
El primer gran avance práctico ocurrió cuando Röntgen hizo una radiografía de la mano de su esposa, Anna Bertha. Esta imagen, que mostraba claramente los huesos de su mano y su anillo de boda, se convirtió en una evidencia visual impactante de las posibilidades de esta nueva tecnología.
Impacto en la medicina y la industria
Los rayos X se utilizaron rápidamente en el diagnóstico médico, revolucionando la capacidad de los médicos para observar el interior del cuerpo humano sin necesidad de cirugía. Además, encontraron aplicaciones en la investigación de materiales, ayudando a detectar defectos en estructuras metálicas e impulsando la seguridad en la ingeniería.
Por este descubrimiento, Röntgen fue galardonado con el primer Premio Nobel de Física en 1901.
